16 October 2010

Revolussia

La única revolución que nos hará realmente libres es la revolución educativa.

Hasta hoy, los medios y los gobiernos se han empeñado en señalar que la lectura, el estudio y la cultura en general son características repulsivas de personas desadaptadas socialmente, a las cuales llaman con sobrenombres del tipo: "Nerds", "matados", "rechas", "ñoños", etc. Y existe una razón detrás de esta continua e interminable campaña de descrédito contra la educación: En la medida en que TÚ seas un bruto ignorante, seguirás siendo un esclavo del sistema. Creerás, pensarás, verás, escucharás y desearás lo que ellos quieren que creas, pienses, veas, escuches y desees. Ni más ni menos.

Seguirás creyendo que ser pobre es una bendición divina, o peor aún, un estado de merecimiento por las culpas de tus padres, tus abuelos, tuyas o de quien sea, con la firme convicción de que nada puedes (¡ni debes!) hacer para cambiarlo; a menos, claro, que tu hija —virgen, pura e inexplicablemente hermosa— tenga la enorme fortuna de ligarse al hijo de tu patrón: joven, apuesto, millonario, blanco, ojiverde y carita, como el cristo de la iglesia de tu pueblo, aunque menos ensangrentado, con traje Armani® y rasurada casual.

Pero del otro lado de la moneda, están los activistas, los jóvenes revolucionarios, los contestatarios, los ultras y demás enemigos acérrimos de ese sistema que, sólo para dejarlo claro, es un cocktail de empresarios, políticos y jerarcas católicos nacionales e importados. Su enemigos, decía, parecen estar igual de embebidos de esta inercia histórica y siguen usando los métodos de expresión que por siglos han demostrado que NO funcionan: Bombas molotov, marchas, pegatinas incendiarias, bloqueos...

Si a este sector 'revolucionario' de la sociedad le importara en lo más mínimo acabar con el sistema (y no ser pagado por las dietas de los diputados de la izquierda, que también son sistema), enarbolarían la educación como única e irremplazable bandera. Cambiarían los palos por libros, las cartucheras por borradores y las piquetas por gises. Sus manifestaciones no serían mítines multitudinarios en plazas cívicas, sino excursiones a campo traviesa para llegar a los rincones del mundo desde donde la TV no manda ni emite señal (y por tanto carecen de importancia política o religiosa). Las demandas en las calles y frente a los palacios de gobierno serían la destitución de los líderes de los sindicatos magisteriales y la implementación de un 'salario mínimo cultural*' (el término es de Joaquín Sabina) para, incluso, el más pobre de los pobres.

Lectora, lector. Tú que me lees puedes tener 20 años más o 20 menos que quien esto escribe. Y me mata la tristeza de pensar que ninguno de los dos llegaremos a ver en nuestras vidas algo parecido a esto.

Pero eso no quita que al menos podamos intentarlo.

¿Te apuntas?

* El Salario Mínimo Cultural del que habla Sabina** se define como la posesión en cada casa de al menos 4 libros (menciona una lista con la que no concuerdo del todo, así que la replanteo: El Quijote, cualquiera de Shakespeare, El 'Evangelio' de Saramago y lo que gusten de Miguel Ángel Asturias), pero no se queda en la posesión física del objeto, sino en poseer el andamiaje intelectual y educativo para entenderlos, la sensibilidad para disfrutarlos y la aportación calórica indispensable para procesarlos. Lo anterior, permeado a tres generaciones: Abuelos, padres e hijos.

** Sabina, Joaquín. Menéndez Flores, Javier
"Sabina en carne viva: Yo también sé jugarme la boca"
Ediciones B, España, 2007
448 pp
ISBN: 978-8466628723

No comments: