11 March 2012

Los valores sociales del diseñador.

En términos generales, los diseñadores tenemos tres grandes áreas de inserción en el mercado laboral: los departamentos internos de diseño de grandes empresas; las diferentes agencias especializadas (branding, publicidad, etc.) y el ejercicio independiente de la profesión.


Cualquiera que sea el caso, los tiempos que vivimos requieren de habilidades que van más allá de las meramente técnicas: Ya no es suficiente el manejo diestro de las herramientas conceptuales y tecnológicas que anteriormente eran factor de decisión al momento de elegir un diseñador, ya en términos de contratación empresarial, ya en función del ejercicio como freelancer.


Empresas, empresarios y agencias están en la búsqueda de una serie de valores y habilidades que son poco mencionadas y aún menos ejercitadas en las aulas de diseño en todo el País: Las habilidades sociales.


Después de décadas de forjar la idea del diseñador solitario, artista incomprendido, diva de la creatividad de carácter intenso y volátil, las empresas han descubierto que al final de cuentas estos personajes conflictivos y en ocasiones antisociales, han llegado a hacer mella en la zona más dolorosa de toda empresa: Las finanzas.


Porque una diva aferrada a su visión personal de proyecto; el huraño diseñador que se rehusa a escuchar a un cliente; el 'sensible' creativo que no puede llevar a buen término un proyecto por sentirse agredido ante la crítica; no han hecho más que encarecer los procesos en función de los tiempos y de los resultados, muchas veces poco eficaces, por más creativos o innovadores que puedan parecer.


Es por todo esto que el diseñador contemporáneo requiere practicar y enriquecer sus habilidades sociales tanto o más que sus habilidades técnicas y conceptuales. El trabajo en equipos multidisciplinarios, el entendimiento de objetivos, la resolución de problemas de carácter o valores, el evitar los conflictos personales tanto al interior como al exterior de las oficinas, son en este momento factores que pesan tanto como un buen portafolios, pero que están siendo cada vez más influyentes en la contratación de diseñadores, así como en la elección del profesionista en cuyas manos los empresarios dejan el futuro de sus proyectos de diseño.


Estamos atestiguando los últimos días de esa especie quimérica, parte diva intocable, parte artista de vanguardia, parte ídolo inalcanzable, parte diseñador gráfico, que en sus arranques de cólera o en sus ímpetus de grandeza auto erigida podía destrozar relaciones entre agencias, equipos sólidos de trabajo o cuentas transnacionales multimillonarias.


En su lugar, vemos poco a poco el ascenso del diseñador estratega, humano, humilde, formado en las canteras de la talacha, pero sobre todo, con una visión realista, objetiva y pragmática de la vida, del trabajo y de su profesión como área del servicio empresarial.


Ahora nos corresponde elegir a qué especie queremos pertenecer.


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Este artículo fue solicitado por alumnos de la FAD. Se los comparto con harto gusto a mis dos lectores del blog.

08 March 2012

Día de la mujer...


No me hace ninguna gracia esto del Día Internacional de la Mujer, como tampoco me cuadra ese léxico que pretende ser políticamente correcto (chiquillos y chiquillas, estudiantes y estudiantas, idiotos e idiotas...). Hay quienes quieren enfatizar la equidad subrayando las diferencias. Yo no puedo.

Quizás sea porque vengo de una generación en el que el respeto a la mujer se demostraba en los hechos y no en los discursos, cuando abrir la puerta, ceder el asiento, ofrecer la acera o tocar el ala del sombrero eran parte indiscutible de las deferencias que todo caballero tenía. Era una convicción más que una obligación: A una dama no se le pega, no se le toca, no se le maltrata ni con el pensamiento (los pétalos de las rosas pueden ser tan ásperos cuando se dan por las razones incorrectas…) y toda mujer era una dama… hasta que demostrara lo contrario, pero esa es otra historia.

Quizás sea porque en mi vida ha habido siempre mujeres. Mujeres maravillosas, geniales, divertidas, osadas, temidas, amadas… Es decir, las ha habido en justas proporciones y en bendita abundancia. Mentiría si dijera que todas las féminas que han tocado mi vida han sido siempre gratas. Han desfilado por esta humilde parcela de vida lo mismo venerables devotas que miserables 'viejas migajonas', déspotas con el penthouse en renta y adorables doncellas de espada y montura.

Quizás no entiendo por qué nos empeñamos en llamar feminicidio a un homicidio cuya víctima es mujer, porque en mi desaliñado cerebro es tan dolorosa la muerte violenta y sin sentido de un ser humano de cualquier género, como la de un árbol, un perro, un toro de lidia. Matar por violencia, por "deporte" o por una mala interpretación de la diversión es siempre un motivo de vergüenza para la especie, para la vida, para el Cosmos… Pero eso es meramente una percepción personal.

Quizás no entiendo que nos quieran llamar "iguales", porque desde niño supe que no lo somos. Que hay valores entendidos que funcionan desde los genes y que han moldeado a nuestra especie y a los que les debemos la supervivencia misma.

O quizás no entiendo esto del día de la mujer, porque estoy rodeado de estos seres humanos tan maravillosos que dispensan a la menor provocación unas carretadas suaves y perfumadas de bálsamos para el cuerpo y para el alma, ya en forma de sonrisas breves, ya en forma de palabras, de sopas de zanahoria, de crepas con cajeta o de noches de verano en pleno enero tolucense.

No entiendo por qué habría de haber un día para ellas, cuando acudo al templo de sus afectos como peregrino compostelano, cuando encuentro en ellas una disposición inconmensurable a la ternura, a la chacota, a la convivencia armoniosa, a la sublime expresión de las ideas hechas palabra y obra; cuando este peregrinar me es tan cotidiano, tan indispensable, tan vivificante y tan necesario como respirar —perdonen el lugar común—.

Y porque estar con ellas es una celebración permanente.

Y porque abrazarlas y apapacharlas, y desearles felicidad, y aportar desde nuestras parcelas para que dicha felicidad sea real y sólida, es una tarea también permanente.

No puedo verlo de otro modo.

Pero de todas formas, a ti, mujer que me honras con tu lectura, te abrazo con fuerza, sin malicia, con esa ternura que de tu género (cuando no de tu mano), aprendí a sentir, a ofrecer, y sobre todo, a recibir con humildad y con amor.

Para ustedes, mi gratitud toda. En especial a la belleza que encabeza este post.