25 February 2010

Desde el baúl | Día internacional de la mujer

Resulta que me encontré este textito en un CD de respaldo del año de la tarara.
Es uno de esos hijos de mi teclado que nunca vio la luz, el pobre.
Este texto fue escrito por encargo de la Presidente Municipal de Metepec para su presentación en el día internacional de la mujer 1998.

Así que reciclado y desabollado, lo dejo en el ciberespacio. Gracias por visitarlo.

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Día Internacional de la Mujer.

De la cuna al camposanto, de nuestro primer contacto con la sangre propia y con la carne ajena a la última sensación de lejanía y de pertenencia, la mujer, como la tierra, nos ata y nos une; nos hace parte de un todo con la doble condición de arraigarnos y aprender a volar. Irónico misterio de la vida que ellas —y sólo ellas— pueden refugiar en el santuario de luz y carne que llamamos vientre, y en cuyos obscuros adentros encuentra principio y fin el irrompible circuito de nacer y de vivir, de amar, de encontrarse consigo mismo y con el futuro como premisa irrevocable de todo lo que bajo el sol tiene conciencia de la vida y de la muerte.

De la cuna al camposanto, madres, esposas, amantes, hermanas. En más de un caso una conjunción de éstas. En nuestro deambular por el planeta hemos aprendido a enriquecernos de su simple presencia —con o sin nuestro consentimiento—, y a reconocer en cada una de ellas algo de nosotros mismos. Magia de magias. Nuestros mejores humores y nuestros más obscuros arrebatos de ira pueden salir al encuentro de sus menudas complexiones. Bifurcación del sendero emocional que conduce y proviene de una sola figura.

Del seno materno al regazo del sepulcro, la imagen femenina ha dotado al devocionario humano de mitos, diosas, beatas y harpías. Riqueza propia del género que es capaz de engendrar en un cuerpo humano la más viva presencia de un descendiente divino. Vírgenes y semidiosas, sacerdotizas de ritos ocultos y paganos, todas ellas al amparo y nunca a la sombra de la historia y la leyenda.

Del cacharro paleolítico al hidrógeno líquido, siempre culpables. Biblias, Coranes y Manuales de Urbanidad; profetas, evangelistas y caballeros de alta alcurnia en complot deliberado por y contra todas ellas. Impureza y duelo. Castigo divino por la traición y la vergüenza. Mitificación del cómo y del porqué. Entre el miedo y la ignorancia los acuerdos, costumbres y tradiciones de milenios al amparo de escrituras, festivales y sacrificios.

Y sin embargo se mueve.

En el trabajo de parto del milenio venidero, la mujer ha comenzado a contraer el seno de las sociedades humanas. Recreación de su propia naturaleza; reflexión de sus propias esperanzas. Una nueva verdad que se ha hecho relativa y nos hace ver el mundo como una infinita secuencia de rutas alternativas. Renovarse o matar. Adaptarse o morir. Siempre fiel a la historia, el levantamiento femenino ha pagado su cuota de sangre, lideresas, sacrificios y escarnios. Hidalguía y heroísmo que han vestido faldas largas. Comunión.

Entre la genialidad y la sencillez, en Metepec el reconocimiento, el respeto y el amor no conocen de géneros ni números. A la par bajo sus soles —unos de arcilla y magia, otros de fuego y sangre—, conviven probadas fieles al aroma de los inciensos, cabezas de familia, empresarias. Las más de ellas terna y una. Estigma de quien todo lo puede vuelto en vida con la más sutil de las formas, las mujeres de esta tierra llevan entre sus manos los herrajes del arado, el tizne de los comales, las memorias de modernos artilugios de sílice y cristal, los colores de las sirenas, los ángeles y los árboles. Artesanas. Sin renunciar a la gloria ni al futuro, Modesta Fernández encabeza, sin afán de hacer menos a nadie, la lista de éstas últimas. Fragilidad de la memoria global y permanencia de obras personales. Reinventar las tradiciones en un arrebato de amor y de conciencia. Eternidad forjada en las labores de cada día. Mujeres. De la cuna al camposanto siempre mujeres, y con ellas, la eternidad.

Jesús Salazar.

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