09 March 2008

El Reaglo de Polanco

La oficina donde trabajo está justo en los límites de Polanco. Este trocito de capital mexicana qua alguna vez fuera una colonia, como tantas otras en esta y otras ciudades, y que a partir de la segunda mitad del siglo pasado se convirtiera —como la franja de Gaza y Cisjordania— en Territorio Ocupado del Estado de Israel. Para quienes no ubiquen el reverso del enunciado, es el lugar con más judíos por metro cuadrado de todo México.

Pues bien, para mí viajar en metro ha sido siempre una experiencia que va de lo civilizado a lo decadente sin olvidar la barbarie. En un arranque de extremo valor, decidí que era mi deber como ciudadano responsable alivianar en lo posible la carga de contaminantes de esta ciudad y me lancé en metro a mi trabajo.

La estación de metro Polanco queda —lo se ahora— a unos dos o tres kilómetros de Periferico, es decir, de mi oficina. Aún cuando mi paso es constante y más bien apresurado, he de confesar que me eché media hora de caminata por la calle de Horacio, desde el metro hasta Avila Camacho...

Pero no sólo de caminar vive el hombre. He aquí que esta colonia que a pulso se ha ganado su fama de ser nido de ricachones, de judíos y de judíos ricachones (¿habrá de otros?), me regaló con un abanico de imágenes hermosas y relajantes, en contraste con la atestada vialidad que le circunda.

Sobre el amplio y cuidado camellón de las calles de Homero, me encontré con gente de las más diversas raleas: Criadas —como les llamaban en tiempos de nuestros padres— paseando pugs, terriers o poodles, eso si, muy uniformaditas de verde pistache y blanco almidonado (las criadas). Chicas con cara de Raqueles, Sarahs, Ruths u Olgas haciendo su jogging matinal; chicos con pinta de David, Abraham o Jacobo que igual iban del loft que les heredara papi a la oficina que viniera en el mismo testamento en vida, trejeados de Hugo Boss del kippah hasta las suelas; señoras y señoronas, matriarcas consumadas y consumidas que enfundadas en sus abrigos y estolas de pieles antediluvianas perfumaban el aire de naftalina y agua de colonia Sanborns, dejando gorriones y peatones atarantados a su paso.

Y la embajada de la República Federal Alemana (sin comentarios).

Pero lo más fascinante de este encuentro con Polanco fueron los adolescentes del ala más ortodoxa del judaísmo: Muchachos que apenas rebasaban los 13 años y que al haber cumplido con su Bar Mitzvah andan adornando las arboladas callejuelas de Polanco y territorios circunvecinos con una pinta inconfundible: Atuendo de zapatones,pantalones y saco, todo negro, con excepción de la camisa, blanca impecabilísima, pelo rizado generalmente largo, complexión ultra-delgada, bicicleta low-rider y como símblo distintivo —como si todo lo demás no lo fuera—, un sombrero de fieltro negro, el cual, supongo, se fabrica sólo en una talla, pues algunos de estos hijos predilectos de Abraham lo detenían literalmente con las orejas o con la nariz... ni cómo juzgarlos, mientras otros tantos (misterios insondeables de la adolescencia y la genética) apenas lo calzaban a la altura de las sienes... supongo que detenido con los mismos pasadores con los que detienen su kippah...

Y ese fue el regalo de Polanco, donde en mi tierna infancia pensé que habría visto sus primeras luces el mismísimo Paul Anka... viví en el error por años y años, hasta que descubrí que tales honores (...) eran parte del herario cultural de Ottawa... Ni modo.

Fue un triunfo de la razón sobre la materia que llegara a tiempo a mi trabajo. Llegué jadeando, sudando y... a pie, para sorpresa de los guardias, que de no ser por mi super llave-multipass me habrían echado a la calle por chamagoso y por xodido, emulando a la Menchú.

Polanco es un lindo lugar para visitar. Confieso que la gente que llegaba a reparar en mi presencia me veía como si recién acabara de dejar la sinagoga y me fundía con el entorno como parte de este Territorio Ocupado, al cual, sin dudas, volveré.

¡Shalom!

2 comments:

Anonymous said...

gracias por cumplirme el capricho cariño,esta historia no podia quedar tan en corto, se que mas de uno lo disfrutara tanto como nosotros.
jtm,besos mil,Jules

Anonymous said...

amigo, Polansky ( y no por Roman !) se camina y sabroso ! Ahi afuera del metro salen los otrora llamados pecerdos, retacados de gente que te dejan muy cerca del perfas , para la otra no llegue usted tan jadeado :-)) .
Finalmente.... estas 100% seguro que al verte los paisanos, no habran pensado: " Que hace este herbano arabe perdido por aqui ?" ( just kidding carnalin).
Que rico relato, pues yo muchos años camine TODOOO Poilanco desde ejercito nacional hasta Reforma y desde mariano escobedo hasta el perifas . Buenos tiempos aquellos !
Abrazos