10 March 2008

Las agujetas

Desde que era niño, la premisa en mi casa fue siempre amarrar las agujetas (correas, lazos o como se les quiera llamar) tan fuertemente como fuera posible. Supongo que con el fin de evitar la pérdida de la firmeza, del equilibrio o del preciado artilugio guardián del pie.

Los años en los scouts no fueron la excepción. "Deshuarachando al indio" es un juego de habilidad y fuerza en el que dos oponentes se enfrascan en enforcejada lucha con el fin de despojar al contrario de uno de sus zapatos. Entre mis botas 'Crucero' y mi heredada manía de amarrar a piedra y lodo las agujetas, el resultado era siempre victorioso de mi lado, mientras el pobre e ingenuo enemigo se deshacía en el galimatías de los nudos, los pases y las guardas... Otro indio deshuarachado.

Ha pasado casi un cuarto de siglo desde que dejé la manada y las seisenas, y hasta hace bien poco mi manía por calzarme y garantizar la inamovibilidad de mis agujetas soportó pruebas tan duras como los aeropuertos de Miami y San Juan de Puerto Rico, piedrecillas coladas sin invitación e inclusive alguna que otra urgencia amorosa.

Y de buenas a primeras, en una zapatería de mi vieja Toluca, todo dio un giro.

Me encontré con unos botines (o borceguíes, como se les llamara en otros tiempos) con un corte precioso y una piel que puede fascinarme. Había estado deambulando por el centro biscando unos zapatos que sustituyeran a los de playa y ofrecieran a la par confort y calidez.

Y la amable señorita que me mostró las botas me dijo en un arranque de sabiduría cósmica: "Ay, joven, si le aprieta así las agujetas no deja que el pie crezca al caminar"

Golpe de luz en los recovecos de la conciencia.

Retórica divina en la suave voz de una damicela toluscense.

Sólo hay una manera de crecer, si se quiere andar el camino. Y esa forma se llama equilibro. Un mal amarre y el zapato se pierde. Demasiada presión y no habrá forma de llegar muy lejos.

"Pero es que este sí se fumó algo" dirán algunos.

Pero la verdad es que a veces las señales llegan de donde menos las esperamos, en las formas más inverosímiles y por los medios menos ortodoxos. Así puede ser la vida de infame y de maravillosa al mismo tiempo.

Es hora de aflojar las amarras y crecer. De andar el camino.

Y darle una vuelta a mis nuevas botas.

Tan tan.

2 comments:

Anonymous said...

que conste, tu lo pediste....
tus botas, tan lindas ellas, no se como demonios pasaron las ingratas de gustarme tanto a llevarme a la total desesperacion.... y pa que no quepa la menor duda... te amo vida, atte, jules.

Anonymous said...

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